Enfretados nuevamente(priv antonio)

Reyhan llevaba dias viajando por los mares revisando sus territorios conquistados, dedicándose al comercio con los marineros que llevaban todas sus mercancías en diminutos bracos, que pasaban por el mar abierto, vendiendo desde alfombras persas, incienso, mirra, perfumes de tierras exóticas, cremas creadas para aumentar la fertilidad, para solucionar la impotencia, e ingeniosos juguetes de cuerda como un pajarito que entonaba sus melodías luego de darle un rato a una manecilla, algo de lo mas ingenioso. Leche de damasco, frutas, dátiles y miel todo de lo que se aseguro de llevar tanto como pudo para seguir alimentando su estilo de vida de princesa turca, que ya había alcanzado la fama de ser una suerte de palacio de las extravagancias flotante, lleno de lujos, comida extranjera, mujeres hermosas y esclavos dispuestos a complacer en todo, lo que no disminuía en lo mas mínimo las habilidades de su capitana en el combate, para sorpresa de sus enemigos que se imaginaban que una tripulación tan... inusual y comandada por una mujer seria fácil de vencer, para enfrentarse a la dura realidad de que las habilidades de aquella mujer no habían sido exageradas, era mucho mejor que la mayoría de los hombres y tenia una voluntad de acero.

Al llegar a Asia, desembarco en el puerto pirata para comerciar sus dátiles, y algo de la leche de damasco por una seda de increíble calidad, tratos que solía hacer con cierta regularidad para procurarse mejores vestiduras y por el simple placer de la contemplación. Ademas le encantaba Asia, tenia recuerdos muy agradables de visitas anteriores a aquel continente de misterios. Bajo de su embarcación, con su antifaz en su rostro, tapando sus ojos como de costumbre, apenas había persona en el mundo que la hubiera visto sin el puesto, solo aquellas que se habían ganado su confianza... y en una desgracia del destino le había visto aquel estúpido capitán español, Antonio, cuando en un enfrentamiento de espadas con el, cuando de tomar como suyo a aquel niño llamado Lovino, había rasgado el antifaz de su rostro, dejando su rostro desnudo, lo que fue una de las causas de las causas que hizo que aquella vez se retirara, aunque de haber seguida habría ganado, o al menos eso decía ella. De solo recordar le hervía la sangre, así que se puso a caminar sin rumbo por los puertos.

Aquel día se cumplía una semana desde que habían llegado a aquel puerto y Antonio ya se encontraba libre de la mayoría de sus deberes con la tripulación. Porque podía ser el capitán y todo pero al final era quien terminada haciendo los trabajos más pesados. Había pasado casi dos días en negociaciones y disputas por aquel territorio. Las más grandes y fuertes tripulaciones estaban comenzando a reunirse para advertir los puntos que debían ser liberados del control de la corona; grandes puertos Piratas que había sido proclamado por la realeza. Un verdadero dolor de cabeza para todos los piratas y Antonio no había sido la excepción, inclusive habían pospuesto la reunión varios días por percances en su llegada.

Mas aquel día por fin se había podido tomar un descanso aun que sabía que no sería por mucho. Aun quedaba hacer cosas como reunir los víveres necesarios, buscar algún sabio al cual raptar, comerciar con los recién llegados; este último motivo había sido su ruta de escape. Ya que un joven pirata le había conseguido un buen trato con algún pirata del oriente al cual le vendería unas sedas que había robado a un navío real. Una buena aventura en opinión del capitán Carriedo a pesar que sus subordinados y brazo lastimado no opinaran lo mismo. Se encontraba en medio del mercado, solo, buscando a aquel joven y el capitán. Claro que era de idiotas ir a negociar solo, sobre todo si no conocía al tripulante o si incluso era una emboscada de la corona, pero Antonio era el rey de los idiotas y además no le preocupaba aquello; bien sabia que de una manera u otra la terminaría librado. A pesar de solo llevar una espada al costado y un par de revólveres bien cargados como arma no podía evitar extrañar a Isa-chan, ya la compensaría por dejarla en el barco.

Dio una ojeada al lugar de forma rápida. No traía el cargamento claro, estaba ahí para guiarlos donde lo tenían. No podía evitar desvariar un poco mentalmente en lo que llegaban e inclusive había conseguido un tomate por ahí, cosa bastante difícil, así que si hasta ahí llegaba su ocio.

Tras unos momentos diviso una joven y escultural mujer la cual le causo en un principio escalofríos mas luego la ira gano entre todas sus emociones. No pensaba acercarse a ella, no le estaba causando problemas en aquel momento y el no comenzaría una pelea donde no tenía todas las de ganar… Miro su brazo como si con eso pudiera curar el dolor en el y poder ir, ya que estaba mas de consciente de lo que le esperaría si atacaba herido. Suspiro un poco y de forma profunda. ¿Ir o no ir? He ahí el dilema.

Cuando ya casi había olvidado la terrible rabia que le produjo recordar lo que le había ocurrido aquella vez, aquella única y definitivamente irrepetible vez en que un hombre, un español idiota, había pisoteado su orgullo, luego de que ella le había ganado ya tantas veces y le había dado bastantes palizas, y todo ¿porque? porque la turca había fijado sus ojos, su atención en aquel chico italiano, tan bello, tan adorable, al que quería hacer uno de sus esclavos del placer, tenerlo solo para ella, y justamente por aquel chico el pirata había mostrado todo el valor que nunca le mostró, y ese lado oscuro que le fascino hasta el momento en que rompió su antifaz... eso había sido demasiado. Mientras estaba sumida en sus propios pensamientos, vio a aquel sujeto Antonio tan cerca de ella, que pudo devolverle la mirada de forma desafiante a través del antifaz... hasta le habría escupido, pero prefirió mantener su cara de poker habitual, no dejaría que aquel sujeto viera sus verdaderas emociones.

Se fijo en un hombre que cargaba unas muestras de fina seda, de un gusto excelente, y que parecía buscar a alguien. Observo la seda asomando de una caja, al sujeto que se acerco al español y se puso a hablar con el y comenzó a deducir: parecía un pirata común y corriente, demasiado para poder comprar esas telas así que debían ser robadas, y si hablaba con el español es que debía quererlas para si mismo. Sonrió de forma maliciosa y siguió a los hombres durante un trecho al lugar donde tenían la verdadera mercancía aun mas hermosa, acercándose a los dos hombres poniendo un pie en la caja de madera-Lo que sea que el te pague yo daré el doble-¿que porque hacia eso? ademas de para poder conseguir algo que quería lo hacia simplemente porque quería pelear con el, quería ganarle en algo aun no soportaba haber sido superada un hombre y mas que nada por el simple gusto de fastidiarlo.

De todas las palabras que podía expresar en aquel momento la que mas podía acercarse a lo que sentía seria carajo, si, carajo. Por más que dijeran que el español, quitando el hecho de ser pirata, era un buen hombre por su santidad no se había ganado el puesto como capitán de una de las más extrañas y exitosas tripulaciones de Europa. Y ahora, justamente ahí… se encontraba ella de todo el mundo, de todos los enemigos que tenia. La engañosamente hermosa y peligrosa sexopata capitana turca Reyhan… algo, la verdad nunca se había molestado en aprenderse el apellido causando la cólera de la misma.

Agacho un poco la vista, preguntándose si seria buen momento para perder aquel joven pirata y de paso a la turca o terminar el trato tal y como debía. Podían culparle de ser algo extraño pero no traicionero. Miro de reojo a la mujer, no le molestaba que ella fuera una capitana por demás reconocida por su sexo, si no por ser un insoportable dolor en el… como solía decir Lovino.

Camino a paso lento y pesado, con la sensación de molestia y hastío quemándole en la boca del estomago, de poder y estar en condición se habría lanzado contra ella o le habría decapitado utilizando a Isabel y no, no se refería a su hermana. Se detuvo abruptamente al escuchar su oferta, girándose a verla con algo parecido al odio.

Los ojos verde esmeralda de Antonio se veían más bien seco y vacios, mostrando una extraña frialdad que la turca se había ganado a pulso. — Entonces sígueme— gruño gravemente, sabía que ella podía pagar, y al notar que el otro pirata había escapado de tan solo verles no le quedo de otra que hacer el negocio con ella.

Si cualquier persona que apenas conociera la faceta feliz de Antonio le mirara en aquel momento diría que no era él, su porte relajado había desaparecido, dando lugar al de un vigía listo para atacar, su mirada feliz desaparecida y aquella aura tan oscura poco común en el le hacían ver como alguien muy diferente al punto que uno realmente no se podría imaginar que aquel hombre podía incluso sonreír.

La turca podía ver las intenciones de las personas con tan solo observar sus ojos, y al contemplar los verdes del español pudo sentir todo el odio y resentimiento que tenia contra su persona, pero los de Antonio se quedaban cortos al lado de los de reyhan, que ene se momento despedían superioridad mas que evidente hasta para un idiota como el, desprecio hacia alguien que consideraba inferior a ella, desdén, odio había que admitirlo aunque estaba bien escondido al igual que todos sus sentimientos mas intensos detrás de una cara de poker-¿piensas negociar conmigo antonio? supongo que has aprendido a pensar desde la ultima vez que te vi debes estar orgulloso de ti mismo te felicito-dijo con un tono de voz bastante mordaz, que delataba como se sentía, aunque al que la escuchara solo percibiría el 10% de aquel sentir, al igual que un iceberg lo mas importante estaba bajo la superficie. No quería tener que negociar con el capitán español, lo tenia por poco menos que un animal, y poco mas que basura, pero negocios eran negocios y pensaba revender aquellas sedas en el nuevo mundo por el doble del precio que las había comprado, y quizás decorar con ellas su camarote lujoso, así que no tuvo mas opción que seguirlo.

No sabia adonde la estaba llevando, y en ningún momento bajo la guardia, moviéndose con toda confianza del mundo, exudando sensualidad por los poros y en el aire que le rodeaba, atrayendo la mirada de muchos hombres, varios de los cuales luego soñarían con ella y desearían hacerle el amor a aquel cuerpo sensual y luego darían cualquier cosa para hacer realidad la fantasía incluso si eso implicaba ser tratados como juguetes por la capitana, aunque en esa ocasion no tenia la mirada lánguida y exótica de siempre por causa de su enojo y de lo tensa que estaba -Y Antonio ¿como esta lovino? ¿sigue contigo o ya se ha hartado de ti?- inquirió, sabiendo que le dolería cualquier pregunta relacionada con el chico al que había querido raptar, y previniendo un ataque de su parte llevo una mano a una espada que pendía de su cinto, una belleza de hoja curvada que no le había fallado nunca y se preparo para contestar si trataba de hacerle daño.

Piso con fuerza sacando un poco su frustración, si había alguien que podía tocarle los cojones al español esa podría ser Reyhan. Le importaba poco que ella le odiara o todo lo que quisiera, pero el estar cerca de la turca era sofocante... por decir poco. Se giro abruptamente hacia ella sonriendo sin gana alguna, con algo mas bien parecido a una mueca de desagrado.—No debe preocuparse por eso, Capitana, el continua aun a mi lado y cada día se pone mas lindo— escupió demostrándole que el simple hecho de hablarle era algo repulsivo a su persona y mofándose que el italiano continuaba a su lado... y así continuaría aun que le costara sangre y dolor...

Volvió nuevamente la vista al camino notando que aun quedaba un tramo considerable, pero estaba mas que seguro que esa mercancía lo merecía. —No creo que el se harte de mi, como seguramente haría con vos, ya veis, como únicamente os usáis como juguetes ha de ser muy fácil que le odien. ¿Acaso me equivoco?—sonreía para si, el veneno en su voz era evidente y Antonio era consciente de ello. Aun que al final era sincero ya que estaba mas que seguro que la mayoría de su tripulación estaba con ella por miedo o amenazas que por realmente respeto o compañerismo.

Suspiro buscando deshacerse del ardor que le provocaba aquella ira fría en el cuerpo... las ideas comenzaban a cruzar por su mente, pero no de las que solía considerar. Cosas sobre ataques, asesinatos y una que otra tortura rondaban como pequeños fantasmas que susurraban a los oídos del hispano. Negó con la cabeza distrayéndose con cualquier cosa en el camino, claro que cuidando de no perderse. Aquello seria un golpe mas que letal a su orgullo de ocurrir.

Apretó el mango de la espada que portaba, en un gesto prácticamente inconsciente. Recordando la ultima vez que había combatido contra ella... sabía mejor que nadie que si Reyhan no hubiera causado tanto miedo en el italiano la primera vez que se habían visto el tal vez... El agarre se volvió mas fuerte aun, casi dejando la marca de los finos dedos del ibérico en el metal. Claro que no, por mucho y que fuera una ella y de hermosa apariencia Lovino jamas... el no podia, de todos era el ultimo que podría llegar a...

Reyhan sabia el efecto que causaba en el español, vaya que lo sabia, de hecho lo anticipaba lo disfrutaba el ser la única persona en el mundo que sabia lo que ocurría detrás de aquella cabeza, lo que le estaba haciendo sentir el tener que dirigirle la palabra y no lanzarse contra su garganta, lo que era algo delicioso, sin duda alguna toda una delicia para sus sentidos. Aunque cierta parte de ella esperaba que el español se enojara y se cansara de lanzarle insultos muy mal disimulados y empezara a batallar contra ella a punta de espada, por los momentos aun tenia el control de la situación y eso era satisfactorio-Por supuesto, es un chico bastante guapo y deseable, los italianos son tan bonitos...es una lastima-enervo una ceja mirando a Antonio de arriba a abajo, detallando cada centímetro de su ser en su mente, con una mueca desdeñosa en sus labios carnosos que completaba la frase sin necesidad de mas palabras: no entendía que veía Lovino en aquel idiota, y como se desaprovechaba con un... un niño inmaduro, estúpido, insoportable, insufrible, y no seguía no por falta de adjetivos sino de interés.

Soltó una carcajada, alta, concisa que rompió el silencio que había mantenido, una risa que tenia mucho de desprecio y poco de verdadera diversión, y es que después de una salida tan infantil, tan ridícula como aquella no había podido menos que reírse, era inevitable-Al contrario mi queridisimo capitán, a veces desearía que me odiasen, cuando me aburro de ellos me cuesta tanto quitármelos de encima como no tienes una idea, se acaban volviendo adictos a mis nectares, aunque no se para que me molesto en explicarme es obvio que nisiquiera sabes de que hablo-¿acaso queria el un capitan de cuarta venido a menos compararse con ella? ¿con ella que dominaba los mares que pronto los dominaria a todos? sabia lo que se le insinuaba de forma de nuevo muy mal disimulada, y aunque pudo haberle dicho que su tripulación le obedecía porque la respetaban, porque la admiraban, porque conocían su fama de mujer capitana, y que a ella el odio de otros le traía sin cuidado, que era una mujer independiente y fuerte que no necesitaba la aprobación de algún hombre estúpido, se lo guardo para si misma. Después de todo, la opinión de Antonio también le importaba un rábano.