¿Prisionera? [Isabel Carriedo]
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¿Prisionera? [Isabel Carriedo]
¿Qué se supone que debía hacer en aquel momento? Sola, perdida, abandonada… siempre se había sentido así, por lo que no era la gran cosa para su pesar. No, en aquel momento todo había terminad empeorando.
La chica mantuvo un frío semblante, como si no mirara nada a su alrededor pero buscara una forma de escapar. Nada mas diferente a lo que había en su interior.
Llevaba mucho tiempo sin rastro alguno de sus hermanos mas allá de algunos rumores de que se habían unido a tripulaciones piratas o que habían sido vendidos como simples carnes… cosa que la italiana obviamente ignoro. Ellos no… Un sollozo escapo de los labios de Lucía, quien no se atrevía a levantar la mirada. Claro, si ya habían dejado todo atrás ¿Por qué no terminar de firmar su condena uniéndose a aquellos monstruos que surcaban los mares destruyendo todo aquello que tuviera la pena de estar en su camino?
Las cosas hacia poco habían empezado a decaer. Primero el reino… se desataron varias traiciones que casi le costaban la vida, por poco y termina en una guerra estúpida por una simple frase de alguien aun más estúpido. Su cuerpo tembló como una pequeña hoja al viento otoñal, pasos firmes y pesados se acercaban de forma peligrosa haciéndola ponerse de nervios. Trago duro intentando no volver a llorar cuando él se hinco cual leal caballero. Los ojos verdes del joven le miraron con cálida preocupación ¿estaba a salvo? — ¿Estás bien? ¿Te hicieron daño? —se examinaron el uno al otro por simples instantes a lo que ella termino sonrojandose por la profundidad con la que era vista. El sonrió de forma dulce cosa que Lucía no pudo si no malinterpretar a lo que frunció el ceño graciosamente. — No tengo por qué responderte, imbécil — pero ante todo una reina mantiene su orgullo y no podía permitirse el doblegarlo ante un enemigo declarado.
El se quejo de la frialdad de ella para después presentarse como el Capitán Carriedo… haciéndole estremecer y buscar de forma desesperada una salida. Pensando en mil y un cosas a la vez: ¿Por qué no me han matado? ¿Planean hacer algo conmigo? ¿O acaso el…? Su pensar se vio interrumpido por aquella voz con obvio acento español diciéndole sobre que tenía que irse, pero alguien vendría a hacerle compañía. — ¿Compañía? —se mofo. — ¿Para una prisionera? ¡Pero qué caballero más inútil! — él le había mirado de reojo y, a pesar de no hacerlo de forma amenazante, había logrado callarla con eso. El salió sin más del… ¿camarote? Y fue entonces que Lucía volvió a respirar… y a sumirse en su oscuridad.
Antonio saludo a la persona que estaba en el pasillo. — Por favor, cuida de ella hasta que esté en condición de verlo… Isa— dio media vuelta y avanzo a donde estaba Lovino… pronto vería a una de sus hermanas y seguramente eso lo pondría muy feliz. O al menos era lo que Antonio creía.
Se abrazo a sí misma, intentando buscarle un por qué a la situación. Comenzó a recordar…
Por azares del destino había terminado en aquellas costas, sin saber ni jota del idioma que regia aquel lugar, con poco dinero y completamente pérdida. Había estado buscando quien le llevara de nuevo a, mínimo, Europa pero no encontró más que palabras extrañas en idiomas casi tan extraños. Termino en aquel puerto pensando en encontrar a la guarida real y, tras mucho esperar, localizo una pequeña cantina donde hablaban en español –su segunda lengua –su sorpresa había sido enorme al saberse en territorio pirata…
Lo siguiente costaba de explosiones, batallas, un hombre de rojo junto a una mujer muy parecida a él ayudándole a escapar… Y más de un barco en llamas.
No reacciono si no hasta que escucho la puerta abrirse nuevamente.
La chica mantuvo un frío semblante, como si no mirara nada a su alrededor pero buscara una forma de escapar. Nada mas diferente a lo que había en su interior.
Llevaba mucho tiempo sin rastro alguno de sus hermanos mas allá de algunos rumores de que se habían unido a tripulaciones piratas o que habían sido vendidos como simples carnes… cosa que la italiana obviamente ignoro. Ellos no… Un sollozo escapo de los labios de Lucía, quien no se atrevía a levantar la mirada. Claro, si ya habían dejado todo atrás ¿Por qué no terminar de firmar su condena uniéndose a aquellos monstruos que surcaban los mares destruyendo todo aquello que tuviera la pena de estar en su camino?
Las cosas hacia poco habían empezado a decaer. Primero el reino… se desataron varias traiciones que casi le costaban la vida, por poco y termina en una guerra estúpida por una simple frase de alguien aun más estúpido. Su cuerpo tembló como una pequeña hoja al viento otoñal, pasos firmes y pesados se acercaban de forma peligrosa haciéndola ponerse de nervios. Trago duro intentando no volver a llorar cuando él se hinco cual leal caballero. Los ojos verdes del joven le miraron con cálida preocupación ¿estaba a salvo? — ¿Estás bien? ¿Te hicieron daño? —se examinaron el uno al otro por simples instantes a lo que ella termino sonrojandose por la profundidad con la que era vista. El sonrió de forma dulce cosa que Lucía no pudo si no malinterpretar a lo que frunció el ceño graciosamente. — No tengo por qué responderte, imbécil — pero ante todo una reina mantiene su orgullo y no podía permitirse el doblegarlo ante un enemigo declarado.
El se quejo de la frialdad de ella para después presentarse como el Capitán Carriedo… haciéndole estremecer y buscar de forma desesperada una salida. Pensando en mil y un cosas a la vez: ¿Por qué no me han matado? ¿Planean hacer algo conmigo? ¿O acaso el…? Su pensar se vio interrumpido por aquella voz con obvio acento español diciéndole sobre que tenía que irse, pero alguien vendría a hacerle compañía. — ¿Compañía? —se mofo. — ¿Para una prisionera? ¡Pero qué caballero más inútil! — él le había mirado de reojo y, a pesar de no hacerlo de forma amenazante, había logrado callarla con eso. El salió sin más del… ¿camarote? Y fue entonces que Lucía volvió a respirar… y a sumirse en su oscuridad.
Antonio saludo a la persona que estaba en el pasillo. — Por favor, cuida de ella hasta que esté en condición de verlo… Isa— dio media vuelta y avanzo a donde estaba Lovino… pronto vería a una de sus hermanas y seguramente eso lo pondría muy feliz. O al menos era lo que Antonio creía.
Se abrazo a sí misma, intentando buscarle un por qué a la situación. Comenzó a recordar…
Por azares del destino había terminado en aquellas costas, sin saber ni jota del idioma que regia aquel lugar, con poco dinero y completamente pérdida. Había estado buscando quien le llevara de nuevo a, mínimo, Europa pero no encontró más que palabras extrañas en idiomas casi tan extraños. Termino en aquel puerto pensando en encontrar a la guarida real y, tras mucho esperar, localizo una pequeña cantina donde hablaban en español –su segunda lengua –su sorpresa había sido enorme al saberse en territorio pirata…
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