Subastando a la italiana malhumorada ~

No sabía cuanto tiempo llevaba ahí metida, pero se le hacían horas, eternas y calurosas horas. No habían tenido más remedio que encadenarla, ya que si no era imposible acercarse a la jaula sin que su 'mercancía' intentará, como mínimo, morder o arañar a cualquiera que osara tocarla, aunque no fuera con malas intenciones. Estaba aterrorizada, quería echarse a llorar ahí mismo, pero su orgullo no la dejaba, y menos delante de tanta gente... Y por si eso era poco, no recordaba cuanto tiempo llevaba sin querer probar bocado, sin mencionar que, por lo menos desde hace dos días, no había bebido, aunque había tenido oportunidades de hacerlo. ¿Y si se mojaba? ¿Y si, aunque el agua no tocara su cuerpo, con beber sería suficiente para que le saliera la odiada cola? De momento no pensaba que nadie supiera lo de su 'secreto', al menos que ella supiera.

Gritar, insultando y maldiciendo no le había servido de gran cosa, lo único que se había ganado era quedarse medio afónica, aunque eso no le servía de mucho. Poco a poco, fue viendo como los demás, conocidos o no, eran vendidos sin demasiada dificultad, y cuando tuvo la sensación de que era su turno, acertó, y aunque pareciera increíble, ni siquiera intentó golpear a nadie cuando la sacaron. Solo se quedó quieta, ignorando todo lo que sucedía a su alrededor. Las voces, la gente... Pronto dejó de verlas y oírlas, y se centró únicamente en dejar su mente en blanco. Solo prestó algo más de atención cuando dijeron el precio inicial de la subasta: 15 monedas de oro. Le pareció una suma demasiado pequeña para ella... Pero le dio igual, lo único que quería es que eso se terminara pronto, ni siquiera sabía si realmente quería que alguien la comprara o no.

Suspiró y después miró a su alrededor sin saber exactamente cómo había parado a llegar allí. Siempre había odiado ver cómo vendían a las personas como vulgares objetos, después de todo a ella también la vendieron hace mucho tiempo...

Se quedó en silencio mirando atentamente cómo vendían uno tras otro a aquellas personas y en todas y cada una de ellas se preguntaba mentalmente si las ayudaba y las compraba... Pero para cuando decidía hacer algo ya las habían vendido. Pero en el momento que vio a aquella chica no dudo ni un segundo y pujó por ella. -Yo ofrezco las 15 monedas- dijo en un tono lo suficientemente algo como para que la escuchasen al tiempo que se acercaba a la primera fila para que la viesen bien. No tardó en recibir miradas de algunos hombres y en escuchar algunos murmullos de qué se creía que era una mujer para pujar para comprarla. Si supieran.... actualmente su nivel adquisitivo era mucho mayor que el de muchos hombres de allí, después de todo los mercenarios como ella cobraban caro, bastante caro.

Siguió con su vista fija en la castaña sin comprender por qué precisamente había querido ayudarla a ella. Aunque no tardó en preguntarse por qué participaba en ello si ella odiaba el mercado de esclavos. ¿No hubiese sido más fácil secuestrarla?