Llamado [Lovino Vargas]

Antonio se encontraba durmiendo plácidamente en su camarote, abrazando con cariño aquel bonito peluche de tomate que alguien le regalo en secreto. Hacía bastante calor así que se encontraba semi-desnudo sobre la cama con un pequeño sonrojo. Parecía tener un sueño tranquilo, demasiado para alguien con las manos tan manchadas como las suyas. La paz se podía respirar en aquel barco, los tripulantes dormían exceptuando a los vigilantes. La mar les daba a sus hijos una apacible tranquilidad para acompañar al sueño. Todo parecía perfecto para poder descansar, pero...

El capitán Carriedo se levanto bruscamente de su cama, tenía el cuerpo perlado de sudor y los ojos abiertos de par en par; había tenido una pesadilla demasiado real para su gusto. Simplemente tomo su chaqueta roja cubriéndose y se dirigió al camarote de su segundo al mando, al lado del suyo, claro está. Abrió la puerta con cuidado, deseando que aquella personita ya se encontrara con Morfeo. El joven de ojos miel dormía de forma profunda y pacifica; su ceño fruncido había sido reemplazado por la tranquilidad de un pequeño ángel. Algo hermoso a los ojos del español, el cual sintió que moriría de tanta ternura. Negó con la cabeza, solo una pesadilla, se recordaba. Volvió con mayor tranquilidad a su habitación e intento conciliar el sueño, lográndolo apenas los rayos del sol comenzaron a colarse por una de las ventanas.

Se levanto apenas tocaron puerto en España, su hogar. Poco se le notaba en el semblante tan feliz y animado que poseía aun así Andrea había visto aquello apenas le había dejado encargarse de el embarque de todo lo necesario y el llamar a su querido Lovino a su despacho… Sabía que le daría de loco, pero estaba seguro que al menos con decírselo podría estar en paz consigo mismo. Claro que no tardo mucho para que los demás notaran que Antonio no había bajado en su tierra… algo estaba mal.

Ahora se encontraba en esperando a Lovino. Sentado frente a una gran mesa donde estaba un mapamundi, uno que había diseñado su padre y que el completaría, se encontraba jugando con una pluma, pasándola entre los dedos en un gesto de espera. No le quedaba de otra más que esperar a que el italiano llegara ahí ya que no había otro lugar mejor donde hablar de asuntos que no debían escuchar las paredes.

Hace días que el italiano se encontraba preocupado por su mejor amigo/capitán, estaba mas que claro que con aquel carácter que Lovino se gastaba jamás seria capaz de admitirlo, pero había algo en el rostro de Antonio que le preocupaba, sabia cuando su expresión demostraba una sonrisa genuina cosa que pocas veces había visto y cuando sonreía solo para disimular, lo conocía demasiado bien como para que pudiese engañarlo, pero decidió guardar sus preguntas... Si el quería decírselo, se lo diría a su debido tiempo.

Esa noche había tardado mas de lo normal en conciliar el sueño, tenia aquella extraña presión en el pecho que no le dejaba dormir, hace tiempo que no la sentía... La ultima vez había sido en un puerto, donde casi lo pilla la guardia real, lo ultimo que quería era volver al castillo, eso si que no se lo permitiría a si mismo, la vida en el mar era violenta y sanguinaria, mucho tal vez... Bastante dura, pero prefería eso a ser parte de la maldita nobleza, a el le valía madres el linaje, lo único que quería era ser libre, como toda persona merece, Antonio le había brindado aquello desde que le conoció, por lo que no se aportaría de su lado por una cuestión como aquella

Se levanto algo temprano, para poder comprobar que efectivamente habían llegado a la tierra natal del español, sonrió de lado, seguramente el idiota tendría algo realmente importante que decirle si prefería hablar con el antes que bajar y disfrutar del sol de su tierra, por lo que comió un par de tomates, luego revisó su camarote... Al parecer aun tenia el peluche de tomate, el italiano lo gano en una feria gitana y decidió dejarlo allí "misteriosamente" hace tiempo ya, al menos lo usaba, cerro y suspirando, se acerco al despacho

Acomodo la bandana en su cabello y el chaleco que solía usar, abriendo la puerta sin mucha sutileza - ¿Que necesitas bastardo? -pregunto recostado sobre el marco de la puerta, cruzandose de piernas mientras alzaba una ceja al verlo jugar con sus cosas... Tan típico de el.

La entrada sorpresiva del italiano casi le hizo soltar la pluma ya que sin querer se había quedado metido en sus pensamientos. Sonrió levantándose más bajo las esmeraldas que tenia por ojos se notaba el gasto por la falta de sueño. —Lovi, por favor, pasa— espero a que se pusiera cómodo y procedió a sentarse nuevamente en su silla, cual trono de noble rey. —Yo, estoy seguro que no sabes porque te he mandado llamar aquí— aquello era más que obvio, si Antonio necesitaba dar alguna orden o comunicar algo simplemente lo hacía, no era de estarse escondiendo para dar explicaciones. Suspiro quedamente, sin mirarlo. —Antes de que caiga la tarde partiremos, reúne lo que necesites para ir al pueblo— se escuchaba serio, no aceptaría una negativa y aquello estaba más que claro.

Se levanto nuevamente, dirigiéndose a la puerta. —iremos a la ciudad, solo los dos. Por favor no se lo comentes a nadie— pidió, bajo. Detuvo su aparente escape, abrazando al italiano por detrás, como no hacia hace un tiempo demasiado para su gusto. —En verdad, nadie debe saber dónde vamos— salió prácticamente huyendo del ataque tsundere de Lovino, riendo de a poco y gritándole a uno de sus tripulantes algo de llevar muchos tomates al barco.

Antonio sinceramente no quería llevar a Lovino con él, pero sabía que no podía ir solo. Aquella noche obtendría muchas respuestas y seguramente no todas serian agradables, pero eso no impedía poder pasarla bien con él. Camino con toda tranquilidad impartiendo órdenes en el barco camino a su camarote. Rebusco algunas cosas en un pequeño mueble que había junto a su cama sacando un par de monedas de cobre tenían un grabado bastante extraño el cual el español se dispuso a admirar por unos momentos. —Esta noche…—

Lo escuchó hablar sin interrumpirle si quiera, el idiota le daba un pánico profundo una que otra vez, mas no sabía si este se lo proponía o no, pero esa vez sonó tan serio que él mismo ahora pensaba que sus pensamientos eran ciertos... algo no estaba funcionando bien, y lo mejor sería acompañarle, habían pasado muchas cosas juntos como para desconfíar de algo que él dijera no fuese importante

- Sabes que no me gusta mucho estar por ahí - de todas formas le replicó, porque él era así y jamás admitiría que le diera la razón al mayor de buenas a primeras -como quieras... no le dire a nadie, pero maldición Antonio, deja el misterio -desvío un poco la mirada -no necesito reunir cosas ¡ni que fuera una chica, bastardo! -aún así se levantó de sobre la pared, cuando sintió que él se levantaba de la silla -iré por dinero... -no terminó de decirlo cuando sintió un cálido abrazo proveniente del español, ciertamente le gustaban, pero el hecho de que fuera tan sorpresivo lo hacía enojar -¡maldito seas Antonio! ¡a la próxima te arranco un maldito ojo! -no pudo terminar su amenaza, porque ya se había ido... y luego el que escapaba era él(?)

Resopló mientras sentía sus mejillas arder, aun asi hizo caso y no hablo con nadie mientras regresaba a buscar algo que llevar en lso bolsillos, no sabía que se traía en manos el chico, pero seguro era importante si se ponía de esa forma.

De haber hecho caso a su instinto inicial habría alejado inmediatamente el barco de aquel lugar y hubiera llevado a rodos sus tripulantes e ido hacia el nuevo mundo. En verdad sentía que debía regresar para ser apaleado por Andrea o recibir un cabezazo de Lovino. Pero no, se encontraba ahí, faltando no más de lo que era una hora para que anocheciera.

La tarde en la palaya era algo hermoso; las gaviotas buscaban refugio para la noche y los ruidos animales eran sofocados por el bullicio de la ciudad que igual desaparecía de a poco. El cielo tenía matices rojos y anaranjados como aquellos que alguna vez logro observar decorando salas de nobles como pinturas inmovibles al tiempo. La arena reflejaba algunos de aquellos brillos que desprendía el sol agonizante. Antonio suspiro, encantado con aquella preciosa escena que había marcado su infancia, se había enamorado, no solo del italiano cabezota, Si no de la mar... Sabía que de no haberse enamorado de la hermosa diosa que era ella no habría continuado como pirata, no habría estado en el muelle aquella vez, de no ser por ella no habría encontrado a la mayoría de su familia ni habría compuesto otra a mucho mas grande.

Y como pago a todo eso y a su amor le dedicaría su propia vida…

Se recargo mejor contra la pared de uno de los establecimientos pequeños que había a la orilla de la mar, perdiendo su memoria en las divagaciones que tanto llenaban sus pensamientos cada vez que el aburrimiento era inminente. Si bien estaba consiente que había otro tema de mayor urgencia que estaba a punto de atender. Cerró los ojos relajándose enormemente al sentir aquella fresca brisa chocándole contra el rostro...

Reviso con algo de parsimonia los bolsillos de su larga chaqueta roja, sintiendo entre sus dedos el extraño frió que daban aquel par de monedas con símbolos extraños, tanto que ni siquiera los habían podido descifrar, aun que el ya figuraba de quien se trataba. Dio un corto suspiro, sabiendo que era mejor llevar a Lovino que a Isabel, ya que aun que juntos fueran más fuertes no podía exponerla a ese tipo de peligro en concreto.

Sonrió al dirigir nuevamente sus pensamientos al italiano, sabiendo que no podrían simplemente irse así del barco se había adelantado para encontrarle en el muelle, y aun que solamente se dejara a si mismo admitirlo aquello era mas para que dos ciertas personitas no se acercaran ya que podrían terminar...

Se levanto rápidamente al ver que la persona que esperaba ya estaba cerca, así que sonriente como buen español y espero a que el otro llegara...

Llegó y por unos instantes se recostó sobre la pared de su habitación, el maldito Antonio y sus secretos… de verdad quería saber que se llevaba el chico entre manos puesto que no gustaba de los misterios y menos para con él, mas viniendo del español que conocía prácticamente de toda la vida, podía jactarse de saber como era el chico pero… había un montón de cosas que a veces le costaban, no sabía porque le era un ser tan complicado o porque el pecho le dolía cuando no sabía que pasaba exactamente

Se sintió como un estúpido al darse cuenta de que diablos estaba pensando ¡eso no venia al puto caso! Debería ya dejar de preocuparse por tonterías y centrarse de una buena vez en cosas importantes, cosa que le era difícil puesto desde hace tiempo tenía problemas con sus prioridades, a veces tenía ganas de volver a casa solo para ver a sus hermanos, después de todo no podía dejarlo todo simplemente atrás, pero ya estaba decidido: tampoco podía faltarle al moreno

¿Por qué? Ni el mismo lo sabía, solo de pensar en lo que haría Antonio sin él… eso le era suficiente para que ya no quisiera pensar mas en nada, aunque le costara horrores admitirlo en verdad se preocupaba por su seguridad, inclusive le perseguía cuando a escondidas iba a ver esclavos o meterse en líos por su imbecilidad

Hacia muchas cosas, simplemente por la inercia de hacerlo

Guardo un cuchillo –sin razón aparente- en la parte baja de su pantalón y hecho a correr al muelle donde estaba pautado su encuentro, se fijo en todo… amaba mucho aquel ambiente, aunque no fuese capaz de expresarlo con palabras

- Y bien tonto – le llamo para que se diera cuenta de su presencia -¿para que soy bueno?

Spoiler:

Justamente iba a saludar al italiano, no le había visto en todo el día, y el otro llegaba directo al grano como siempre facilitándole las cosas sin darse cuenta. Tomo con cuidado la mejilla de Lovino, casi como si temiera romperlo con el simple contacto. Con el atardecer parecía casi una escena de romance digna de cualquier pintura húngara — Tu, para todo Lovi— no era fácil definir si el español notaba el doble sentido que cargaban sus palabras ya que este podía ser tonto, pero no tanto como aparentaba.

Tardo más de lo que debería en retirar su mano, dio un paso hacia atrás quedando nuevamente contra la pared. En su rostro continuaba marcada su sonrisa, pero su mirada mostraba la seriedad de una pelea al igual que sus músculos tensos. No quería asustarlo pero tampoco se contendría… demasiado. Simplemente nunca podía ser agresivo con el italiano cerca así lo quisiera.

Ni que decir intentar serlo contra él.

Suspiro buscando las palabras adecuadas para explicar la situación actual. Sabia lo importantes que eran sus hermanos para Lovino y… — Están tras tu familia…— al carajo con eso, era mejor a que lo malinterpretara. De todas formas ni siquiera notaba su propia insensibilidad al tema. — Iremos a visitar a una conocida mía, una bruja— la mueca que tenía en aquel momento no era propia de alguien que habla de un conocido o un amigo, tampoco su elección de palabras o el tono que mostraba un frió desprecio. Antonio no era de tratar a los sabios de aquella forma sin una razón. Este tampoco había contado con el hecho de que Lovino conocía a la mayoría de sus amigos, conocidos o al menos compañero de birra ya que de una forma u otra lo había terminado arrastrando con él para que lo acompañara o simplemente presentarlos. — Aun que no creo que este muy feliz de vernos— rio de forma agradable aun que con nervios.

Ni se inmutó cuando sintió la mano de en su mejilla, pero tampoco fue capaz de quitarla, estaba claro que en su rostro no se mostraba algún rastro de molestia pero era simplemente porque había algo mal en los ojos de Antonio, usualmente estos siempre brillaban con una alegría casi infantil que al italiano le era bastante imprecisa de entender, pero esa vez encerraba un rastro de... ¿tristeza? o algún sentimiento que el menor no capaz de precisar con exactitud, y al ser este una persona que podía darse el lujo de decir que le conocía, prefirió callar, esperando lo que tuviese que decirle.

Se cruzó de brazos mientras observaba sus reacciones, que no le gustaban para nada si se lo preguntaban, se veía demasiado tenso y calmado, y eso sólo era señal de problemas, el sabía que algo estaba pasando, frunció el ceño con fuerza, quería saber que era y quería saberlo ya, pero el español era alguien al cual era mejor darle su tiempo para pensar, mas por el hecho de que este era un tanto corto de luces a veces(?) y necesitaba buscar las palabras para decirlo...

Se sintió un tanto idiota, mayormente era a él a quien le costaba expresarse sin ningún tipo de rencor en su voz, pero lo mejor era no entrar en ese tipo de detalles o acabaría en un grave estado de enojo consigo mismo, cosa que en verdad no quería

Un espasmo recorrió su cuerpo cuando escuchó las palabras del español - ¿Que? - si, los había dejado atrás hace muchisímo tiempo, también sabía que ciertamente era un poco hipocrita ahora preocuparse por ellos, pero la verdad es que esas criaturitas SI le importaban y muchisimo, tanto que a veces molestaba al español para que este lo llevase a Italia sólo para saber como estaban, sabía que Feliciano estaba desaparecido pero esto... - ¿Una conocida tuya? ha de ser una loca - Sabía la clase de personas que trataban con el español, pero de igual forma se acercó sin demostrar miedo alguno - Sólo dime a donde es y vamos - podría ser bastante cobarde a veces, y un torpe algo inútil, pero cuando se tarataba de su familia se olvidaba de todo eso y nada le importaba, además sabía que si se trataba del español, todos saldrían bien de ello